lunes, 20 de enero de 2014

 La historia del microscopio se inicia en el siglo XVI, con Benedetto Rucellai, que se ayudaba en sus estudios con un espejo cóncavo. Después los hermanos Juan y Zacarías Jansen en 1590, inventaron un instrumento óptico que consistía en colocar dos lentes separados y mirar a través de ellos. Más tarde, el holandés Anton van Leeuwenhoek (1632-1723) perfeccionó el microscopio usando lentes pequeñas, potentes y de calidad en un instrumento de menor tamaño y consiguió observar los microrganismos existentes en el agua estancada. Pero en el siglo XX llegó el gran cambio, con el microscopio electrónico, que sustituyó la luz por electrones y las lentes por campos magnéticos. En 1981 se construyó el microscopio de efecto túnel, aplicándola mecánica cuántica, que permite observar con una espectacular resolución un átomo de otro.








Este nombre se lo dan los europeas al llegar a sus manos, ya que son instrumentos o elementos ya conocidos en otras partes del mundo, pero perfeccionad


o y llevado a elementos usados cotidianamente por las civilizaciones.
Los principales son la pólvora, la brújula y la imprenta.
LA PÓLVORA – Los chinos fueron los primeros en emplear la pólvora, su principal formula química poseía mezcla de salitre, azufre y carbón, realizando la propia combustión. Siendo utilizada en la fabricación de cohetes y fuegos artificiales.
Los árabes fueron los primeros en aprovechar la fuerza expansiva de  la pólvora, es así que probaron arrojar objetos, como piedras o metales pesados a través de tubos de hierro; siendo este el principio de los cañones. Luego imitados por italianos y después por demás países. 


Las primeras armas tenían varios defectos, su explosión y corto alcance, además de una larga preparación de antes de cada descarga.
Estas “nuevas” armas hacían que las armaduras de los caballeros sean obsoletas ante el poder destructivo de las mismas.
Esto tuvo influencia
económica y políticamente cambiando las  tácticas  de batalla, basadas hasta entonces en ataques en grupos multitudinarios de guerreros, que las armas volvían demasiado mortíferas. La toma de castillos también fue más fácil ya que con el surgimiento de los cañones podían derribar muros y portones.